Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina (Salamanca, 12 de abril de 1930).

En el año 2014, la Editorial Brumaria y Ediciones Eikasia publicaban Estromatología. Teoría de los niveles fenomenológicos, la primera obra de una serie de ensayos que presentan el pensamiento sistemático del pensador español. Posteriormente, siete años después, en el año 2021, Ediciones Eikasia publicará Orden oculto. Ensayo de una epistemología fenomenológica.

Una década después de la publicación de Estromatología, en abril de 2024, Ediciones Eikasia publica Por amor al arte. Ensayo de una gnoseología fenomenológica. El círculo se cierra, y el despliegue teórico desarrollado en el 2014 se concreta después de diez años en forma de gnoseología. Previamente, en su obra del año 2021, Orden oculto, esta concreción se había expuesto en forma de una epistemología fenomenológica. En el año 2024, Ediciones Eikasia nos presenta el colofón de esta sistematización: Tractatus logico-phenomenologicus.

Urbina tiene un plan trazado y premeditado. La efectividad de la diferenciación de niveles que había desplegado en su Teoría de los niveles fenomenológicos cobra cuerpo en sus últimas obras, y el resultado es un cierre fenomenológico consistente y potente que abarca toda la naturaleza y extensión del campo intencional.

La publicación de Urbina nos muestra el resultado de una fórmula filosófica que remueve los fundamentos del pensamiento contemporáneo, reordenando todas las consideraciones sobre la ciencia, el arte, la religión y la filosofía. Su obra, heredera de un materialismo filosófico, ha sabido sistematizar una geometría de ideas que se presenta como refundición y refundación, aunando las consideraciones más radicales de la matemática, de las ciencias naturales y de las ciencias humanas, en una propuesta viva, vigente y actuante, que supera nuestra tradición y el horizonte de la filosofía de hoy.

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El Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein quedó encogido. Quedó recluido a los conocimientos propios, sin saberlo, y quedó reducido a los conocimientos objetivos del nivel fenomenológico inferior, sin que Wittgenstein lo apreciara. Es lo que Urbina llama el “encogimiento” del Tractatus.

Y esta situación de las proposiciones del Tractatus en el nivel inferior objetivo de los conocimientos propios (el nivel del lenguaje significativo, por transposición del lenguaje como sentido y del lenguaje del monólogo interior), determina la “angustia” del Tractatus y su silencio definitivo.

Wittgenstein escribió un libro que no soporta su propio análisis. Según Urbina, todo lo escrito en su Tractatus pierde sentido dentro de los criterios expuestos en su libro. Es decir, el Tractatus logico-philosophicus acaba invitando a salir fuera de él, a salir hacia un Tractatus logico-phenomenologicus.

Con una especial intuición y maestría, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina utiliza la obra de Wittgenstein para mostrarnos que la denuncia del primitivo reduccionismo escéptico que dio origen a la filosofía fenomenológica anida en el estándar clásico de toda filosofía contemporánea.  La fenomenología renovada, su refundación a partir de los años ochenta, constituye una ampliación escalar, más allá de sus propios límites.  

El decir de Wittgenstein está encogido, contraído a lo simplemente objetivo y propio. Ese es el decir simple y pesimista que hace imposible la pluralidad de valores de un campo intencional y, por lo tanto, niega la realidad.

Las leyes científicas no son entonces posibles. No hay leyes, no hay necesidad de que algo suceda porque anteriormente otra cosa haya ocurrido. Solo hay una lógica simple y profunda, anterior a todo fenómeno. Solo hay un decir lógico tras las supuestas leyes científicas; no hay conocimientos verdaderos. La filosofía, en tal caso, no tiene proposiciones; la filosofía es solo una aclaración lógica del pensamiento encogido. El escepticismo es la anulación de las leyes de la naturaleza, puesto que el verdadero conocimiento no existe; solo hay lenguaje.

La historia de la filosofía no existe y no interesa.  En consecuencia, solo muestra Wittgenstein la relación de figuración que hay entre el mundo y el lenguaje. Fuera de esa relación de figuración, todo es casual. La casualidad sustituye a la causalidad. No existe lo verdadero,  ni  existe  lo  falso;  solo  hay  que  callar  ante  lo  místico:  el silencio. Es lo solo mostrado, lo que solo puede decirse y solo mostrarse. Es un “mostrable” en silencio. Para Wittgenstein, lo místico no es mostrable, es indecible, no hay fenómeno en cuanto fenómeno.

Seis zonas caracterizan el recorrido del Tractatus logico-phenomenologicus. El mundo es todo lo que tiene sentido, y el sentido, en su origen, es capaz de iniciar una transposición del lenguaje. En la primera transposición del sentido, aparecen las proposiciones como primera instancia de simbolización. Cuando el sentido, en su primera transposición, se satura como si fuese un hecho, aparece el concepto. En la segunda transposición del sentido, aparece la objetividad. El arte aparece como conocimiento impropio. En el recorrido de los conocimientos impropios, se pasa desde los objetos diseñados a los des-objetos artísticos. La estética aparece como final de lo impropio. Las seis notaciones del Tractatus de Wittgenstein se contraponen a las seis notaciones o zonas del Tractatus logico-phenomenologicus.

Asistimos al despliegue de la realidad en tres dimensiones: naturaleza, intencionalidad y eidética. El campo intencional se doble en lenguaje y arte, de manera que el arte sea una forma nueva de conocimiento. El campo intencional circula bajando el lenguaje desde el sentido a la lengua escrita, y subiendo el arte desde el objeto diseñado a la estética.

La realidad consta de tres dimensiones, en las que el centro dominante es el campo intencional, que a su vez posee tres niveles.

La intencionalidad impone sus niveles a la dimensión ciega de la naturaleza y, por un proceso de intemporalización, da lugar a la eidética inhumana. El campo intencional, a su vez, se escinde en dos mitades conciliadas: el lenguaje y el arte. En el campo intencional hay una circulación, subiendo por el arte y bajando por el lenguaje, en el sentido de las agujas del reloj. Pero tal circulación no describe una circunferencia, sino una elipse, puesto que, en el campo intencional, hay dos centros, situados en sus dos mitades. De ahí que Urbina distinga tres tipos de elipses:

  1. Una pequeña en el sentido de las agujas del reloj (anábasis impropia y catábasis propia). Esta elipse nos muestra al ser humano separado de la naturaleza y escindido entre el arte y el lenguaje.
  2. Otra elipse, también pequeña, pero invertida en su sentido (catábasis impropia y anábasis propia). Esta elipse retrocede desde el lenguaje al sentido.
  3. Y otra elipse grande, también en sentido contrario a las agujas del reloj, como la anterior, que da coherencia a todo el sistema y que articula Naturaleza y Eidética a través del campo intencional. De este modo, ser humano, naturaleza y mundo de las ideas (Eidética) quedan articulados salvando cualquier modo de escepticismo.

La conclusión de Urbina es un llamamiento a la Humanidad. Los recursos limitados del planeta Tierra exigen de ese animal intencional que llamamos ser humano, puesto que la filosofía es una geometría de ideas, la confección de un triángulo fundamental, cuyos vértices son la Paz, la Política y el Decrecimiento, frente a la Guerra, la Economía y el Crecimiento ilimitado.

El pensador anuncia una paz desconocida, una reminiscencia de una paz perpetua. En un futuro, el decrecimiento habrá dado paso a la igualación. Todas las guerras habrán desaparecido. En una vuelta a la distinción kantiana, la filosofía académica se habrá ido disolviendo y asimilando a la filosofía mundana. En este nuevo contexto, deberemos preguntarnos: ¿Qué ocurre con el carácter de sistema de la filosofía? Urbina será concluyente, tal como lo hizo en su Conferencia de Coimbra: habiéndose “desencastillado” la filosofía académica, habrá cambiado lo que signifique sistema. La situación será la del sistematismo de una filosofía fenomenológica doblemente renovada: la fenomenología del Sur.

A continuación, podrán encontrar un documento compuesto de imágenes y sonidos de archivo (08:19) pertenecientes a los archivos de audiovisual de Urbina. Estas imágenes forman parte del Seminario de Primavera que se celebró en Guadarrama en febrero de 2023.

Inmediatamente, tendrán acceso a un comentario original que el autor concede a propósito de la publicación de su última obra: Tractatus logico-phenomenologicus. También podrán encontrar algunos enlaces sobre la obra del filósofo y sobre algunas de sus intervenciones internacionales.

Todos los derechos sobre la imagen y la obra de Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina están reservados. Nuestros especiales agradecimientos al autor, a Ediciones Eikasia, a Adela García Labrador y a Montserrat Tarrés Picas.

Urbina a propósito de la publicación de Tractatus logico-phenomenologicus.

En el fondo, todas las cuestiones que se me puedan plantear remiten a una cuestión fundamental: la distinción entre una filosofía académica y una filosofía mundana.

Y sabemos, por cierto, que mientras que, en el bachillerato, la filosofía es dominantemente mundana; en la universidad, la filosofía es más bien académica.

Por lo tanto, en mi Tractatus, las cinco primeras partes son académicas, mientas que la sexta y séptima partes son de filosofía mundana.

En efecto, abordar el decrecimiento y la igualación, y abordar el problema de la certeza en el segundo Wittgenstein son evidentemente el núcleo de la filosofía mundana.

En consecuencia, el Tractatus logico-phenemenologicus es el cierre de mi anterior trilogía. Este Tractatus es una derivación necesaria del Tractatus de Wittgenstein. Su núcleo es la sexta parte.

Cuando los países ricos, en un futuro lejano, permitan que los países pobres se igualen a ellos, el planeta Tierra estará salvado, las guerras ya no serán posibles, y una paz desconocida hará que la humanidad prosiga su camino y que las desgracias actuales dejen de abrumarnos.

Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina.
Diciembre 2024.
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