Qué es la fenomenología aplicada. Cuestiones preliminares. Curso Metodologías Fenomenológicas Multisectoriales (MPhM).
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Duración: 00:11:13
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El recurso que les presentamos forma parte de la introducción del capítulo de libro que próximamente publicará el proyecto Lambda Editorial sobre «¿Qué se puede hacer con la fenomenología? Invitación a la praxis fenomenológica», coordinado por Rubén Sánchez Muñoz y Cintia Candelaria Robles Luján. Su objetivo es avanzar la difusión de este proyecto como aproximación pedagógica a la filosofía fenomenológica, desde sus orígenes hasta el contexto contemporáneo actual.
Qué es la fenomenología aplicada. Cuestiones preliminares.
Esta introducción pretende ser un ejercicio de epistemología fenomenológica, una propedéutica previa al desarrollo posterior de un ensayo. En este sentido, esta introducción puede leerse como un texto independiente, aunque su finalidad sea preparar al lector para introducirse en el grueso de la exposición: las relaciones ciencia, filosofía y arte, las relaciones arquitectura, diseño y fenomenología, y el principio de homología fenomenológica que fundamenta estas relaciones. El objetivo principal es aclarar algunas de las cuestiones preliminares que exige el análisis posterior. No debemos olvidar que la pregunta inicial de la que parte este estudio es: ¿la fenomenología se puede aplicar? Y, en nuestro caso, esta pregunta se concretará del siguiente modo: ¿es posible una aplicación de la fenomenología a la arquitectura y el diseño?
No ignoro que las cuestiones preliminares planteadas en esta introducción son radicalmente polémicas. Su objetivo es iniciar una discusión sobre el origen y el alcance de la filosofía fenomenológica, tanto en el espacio general de las artes como en su propio estatuto de filosofía ampliada. Esta discusión debe partir previamente de nuestras concepciones de la escala clásica de la filosofía y de la comprensión de la fenomenología como ampliación de esta escala. Solo a partir de estas distinciones podremos abordar los acontecimientos históricos del primer cuarto del siglo XX y de la homología que relaciona estos acontecimientos con las revoluciones en la ciencia, en la filosofía y en el arte. En este último ámbito, nos acercaremos a la homología entre las circunstancias en las que apareció la fenomenología y el desarrollo revolucionario del diseño y la arquitectura desde principios de siglo hasta la actualidad.
Por último, defenderé un principio: el principio de homología fenomenológica. El concepto de “homología” procede del griego, ὁμόλογος, homólogos, “acorde”, “correspondiente”, con claras reminiscencias presocráticas –Anaximandro–, y puede traducirse como correspondencia o acuerdo. Este término menciona la relación que se crea a partir de semejanzas o rasgos idénticos de dos elementos que se encuentran en ámbitos, escalas o contextos diferentes. Este principio es un principio de correspondencia y da cuenta de las relaciones iniciales que he planteado, respondiendo a la pregunta: ¿es posible la aplicación de la fenomenología al diseño y la arquitectura? O, de lo contrario, confirmando que la “aplicación” de la fenomenología a amplios sectores del saber es el resultado de un factum compartido por los mismos dinamismos de la subjetividad que de ordinario constituyen la realidad, ya sea en el caso de la ciencia, de la técnica, del arte, de la moral, de la política y, en general, de todos los sectores del saber abordados desde una escala humana, desde una escala fenomenológica. Este principio será la correspondencia entre la scala naturae, base naturalista de la filosofía clásica, y del ideal científico reduccionista, y la escala fenomenológica, surgida por reducción desde el nivel de la realidad humana. No se tratará de hacer corresponder lo clásico y lo post-clásico, sino de enfrentar la escala natural y la escala fenomenológica, que confluyen en el vértice común de la realidad humana; último escalón de la escala natural y primero de la reducción.
En esa nueva correspondencia (homología), la arquitectura y el diseño importarían con efectividad nociones acuñadas fenomenológicamente (síntesis asociativas espaciales y temporales, ritmos, afecciones y sentimientos, quinestesias de la corporalidad, llenos y vacíos, lugares de indeterminación, síntesis de cumplimiento, etc.) y la filosofía no podría imponer su tradicional gnoseología, enredada siempre entre el ideal científico reduccionista y su contrafigura emergentista. ¿Habrá, pues, una correspondencia estructural, una homología, entre el mundo “salvaje” del arte, en este caso del diseño y la arquitectura, y el territorio también “salvaje” de la fenomenología (être sauvage), en la calificación de Merleau-Ponty?
Desde la obra de Edmund Husserl, la filosofía fenomenológica ha sido presentada simultáneamente como una teoría del conocimiento, como un método de indagación y como un horizonte de ampliación de la filosofía misma. En su propio origen, esta disciplina se ha planteado la tarea de describir con rigor la estructura de la experiencia, pero también de depurar el pensamiento filosófico de las impurezas del pensamiento especulativo. De este modo, la fenomenología se configura en un espacio conceptual dinámico donde se dan tensiones fecundas entre distintos pares de nociones: doctrina e invención, intuición y experiencia, ejercicio y representación, sistematización y descripción, pedagogía y aplicación. Estos pares, lejos de ser meras oposiciones, constituyen momentos dialécticos que clarifican la riqueza y la plasticidad del proyecto fenomenológico. Comenzaremos esta introducción poniendo en juego una geometría de ideas, pares conjugados que nos van a aclarar la fecunda relación entre arquitectura, diseño y fenomenología. La conjugación de estos conceptos nos ayudará a entender las relaciones entre la filosofía fenomenológica y otros sectores del saber humano.
La fenomenología oscila entre la sistematicidad, propia de una doctrina, y la apertura creativa de una invención. Como doctrina, aspira a un rigor metodológico que ofrezca principios sólidos sobre los cuales fundar el acceso a los fenómenos, a las cosas mismas (Zu den Sachen selbst). Como invención, no deja de replantearse a sí misma, en un movimiento constante de renovación, cuestionamiento y autoexamen. Desde Husserl hasta Heidegger, pasando por Merleau-Ponty y Sartre, la fenomenología se ha nutrido de una dialéctica interna, en la que la formulación de sus principios nunca clausura el campo de posibilidades abiertas por su ejercicio. Cada intento de sistematización deja entrever la necesidad de nuevas exploraciones, manteniendo vivo el dinamismo que la distingue de otros sistemas filosóficos.
Otro eje clave en esta geometría de ideas es la relación entre intuición y experiencia. La fenomenología, en su búsqueda de una evidencia apodíctica, ha reivindicado el papel de la intuición como acceso directo a la esencia de los fenómenos. Sin embargo, la intuición pura no se agota en sí misma, sino que necesita del contacto con la experiencia vivida para revelarse plenamente. En este sentido, la fenomenología no solo se dedica a elaborar estructuras eidéticas, sino también a reconocer la historicidad, la facticidad y la irreductible singularidad de la existencia concreta y situada. El juego entre intuición y experiencia nos muestra que la fenomenología no se limita a un ejercicio teórico, sino que se despliega en el espesor del mundo vivido.
Asimismo, la fenomenología puede entenderse como un ejercicio y una representación. Como ejercicio, implica un esfuerzo activo del pensamiento, una reducción que busca despojarse de prejuicios para acceder a la manifestación originaria de los fenómenos. Como representación, se traduce en esquemas descriptivos que intentan capturar la estructura de la experiencia, sin reducirla a un mero sistema conceptual. Esta doble vertiente resalta su vocación analítica y, al mismo tiempo, su resistencia a la abstracción vacía. La fenomenología es tanto un método de indagación como una imagen dinámica del aparecer de las cosas.
Finalmente, encontramos la tensión entre sistematización y descripción. Si bien la fenomenología aspira a establecer un orden en la comprensión de los fenómenos, su práctica revela que esta sistematización nunca es definitiva. La descripción fenomenológica es, en última instancia, un acto que pone en suspenso los esquemas heredados para atender a la riqueza irreductible del aparecer. De este modo, la fenomenología se distingue de otras corrientes filosóficas que privilegian la construcción de sistemas cerrados. En su lugar, prefiere mantenerse abierta a la pluralidad de las manifestaciones del mundo.
Estas tensiones no son obstáculos, sino motores que impulsan a la fenomenología en su doble función de teoría y práctica, de método y apertura. En los siguientes apartados, exploraremos cómo estas relaciones permiten comprender su diálogo con otros ámbitos o sectores del saber humano, desde la psicología hasta la hermenéutica, desde la ontología hasta la estética, distinguiendo su transmisión pedagógica de su supuesta aplicación en múltiples sectores (Metodologías Fenomenológicas Multisectoriales – MPhM). En este juego dialéctico de conceptos, se revelará no solo la coherencia interna de la fenomenología, sino también su capacidad para articularse con otras formas de conocimiento y ampliar los horizontes de la filosofía contemporánea.